miércoles, 6 de mayo de 2009

casi una conspiración

http://www.revistallegas.com.ar/mayo09/notateatro1.html 

SI UNA OBRA SE LLAMA OCTUBRE Y ADEMAS PLANTEA UNA RUPTURA CON LAS ESTRUCTURAS TRADICIONALES, ES IMPOSIBLE NO EMPARENTARLA CON LOS SUCESOS DE 1917 Y 1945. LUIS BIASOTTO, SU IDEOLOGO Y DIRECTOR, LO DESCARTA. SEA COMO FUERA, OCTUBRE ES UNA EXPERIENCIA QUE MERECE SER VIVIDA. 

Con un buen bagaje en teatro y danza, hace diez años llegaba Luis Biasotto a Buenos Aires para seguir formándose gracias a dos becas que había ganado (Antorchas y Fondo Nacional de las Artes). Su idea era volver luego a Córdoba o seguir su búsqueda en el exterior. Aquí estudió dramaturgia con Daniel Veronese y Alejandro Tantanian, y actuación con Ricardo Bartís. “Estudié mucho con Susana Tambutti, que me abrió la cabeza en cuanto a mirar la danza; para mí, es una de las personas más importantes de esta actividad, junto a Roxana Grinstein.” 
Cuando en 2001 el grupo Krapp (Edgardo Castro, Fernando Tur, Gabriel Almendros, Luciana Acuña y el mismo Biasotto) estrenó No me besabas?, el público comenzó a llevarse muchas preguntas y ellos, a ganarse el reconocimiento en la escena porteña. Desde entonces, alternan trabajos y temporadas juntos con proyectos que cada cual encara. “Lo que nos pasa con Krapp es que necesitamos tomar distancia; como una familia, cada uno tiene que hacer sus cosas, tomar aire, aprender en otros lugares. Es una cuestión de crecimiento personal”, dice Biasotto que, sin esa “familia”, recién estrenó Octubre (un blanco en escena). Y lo explica así: “Quiero hablar desde mí, de lo que me pasa frente a la danza hoy, qué veo de la danza hoy, de su lenguaje y de lo que está sucediendo con el lenguaje mismo. Por eso tiene autocríticas, críticas y referencias que no son resentimientos. Como me señalaron algunos amigos, Octubre tiene un planteo que es medio tesis, un manifiesto tonto y chiquito del lenguaje de la danza”. Ni tonto ni chiquito: Biasotto lleva a escena una profunda mirada sobre la creación de un espectáculo de danza que, a la vez, es perfectamente aplicable a la génesis de cualquier obra de teatro surgida grupalmente desde las actuaciones. 
En octubre de 2007, este equipo inició una búsqueda distendida en cuanto a los plazos pero intensa en sus objetivos: dar un paso más en el lenguaje de la danza hacia lo conceptual y mostrar ese paso de manera radical. Pero ese paso no respondía a una fórmula ni tampoco había certezas en torno a él, por lo que gran parte del trabajo consistió en una insistente serie de prueba y error, intento y descarte, armado y vuelta a cero. Toda certeza sin dogma tiene por precio el desafío de renunciar a cualquier método que acorte el camino, porque el camino es esencial a la certeza (y esto es lo contrario a la fe, que puede saltar sobre los vacíos, y que tanto se está viendo en los escenarios porteños). Además, en Octubre, el camino del error tiene derivaciones brillantes porque se permite jugar a juzgar el error, y así evidenciar las tramas y trampas que tienen los procesos de creación. Procesos que –ya lo sabemos, ya los vimos– a veces, por sus resultados, parecen procedimientos. 
Luis Biasotto apunta: “Heiner Müller decía que cuando un actor se confunde, empezás a ver a quien actúa; llevado a la danza, el mínimo error te hace dejar de ver al bailarín y ves a la persona que baila. Esa idea es en parte lo que dispara este planteo, y eso lo asocié con la muerte del autor, y la idea de quién dirige y quién no. Como inicio, fue andar un poco perdido”. A no dudar de sus palabras, pues Octubre es un feliz tembladeral bastante tacaño a la hora de brindar puntos de apoyo, ya sean para el público o para los intérpretes y, sin embargo (¡y por suerte!), ni se acerca a la tentación de ser un espectáculo hermético, exclusivo para entendidos o complaciente con el esnobismo. 

- Y desde ese andar perdido, ¿cómo organizás? Porque en medio de eso todo roto que plantás, a mí, al espectador, me estás llevando en brazos. 
- Hay varias líneas que se empiezan a asociar; por un lado, la ruptura, la autonomía del espacio escénico, eso de que yo te invado y no sabés hasta dónde llega. Que al principio habíamos pensado en hacerlo mucho más fuerte, con cámaras en la entrada y entrevistas al público a la salida, no dejando en nada claro, pero se extendía muchísimo. Por otro lado, una vez que comenzamos a incursionar ideas e interesarnos por un formato básico de montaje, se organizó en relación al hecho de trabajar en tiempo real. Después, en cuanto al formato, se fue ordenando de acuerdo a lo que iba teniendo un cauce lógico relacionado con el espacio y el tiempo. 

De lógicas y manías 
El solo sonido de la palabra “lógica” podría aparecer como un atentado en medio de este desconcierto, de este coquetear con el absurdo. Sin embargo, una vez presentadas ciertas rupturas y libertades, Octubre se encamina de manera férrea por los carriles propuestos. Es como charlar con un loco: será muy loco para nosotros, pero no tiene veinte locuras sino una, y desde esa siempre se vincula. 
Y de locuras hablando, hay un juego que enmaraña el relato y desentraña intimidades de la casi maniática necesidad de devoluciones y correcciones que, apenas apartadas de su sitio/momento original, se manifiestan como tics adquiridos, sabidos de antemano, quizás hasta ensayados. 
Me parece necesario señalar que si hasta ahora he escatimado en dar siquiera indicios acerca de lo que acontece en Octubre no ha sido porque se trate de una obra a la que la filtración de un solo dato bastaría para derribar. Nada de eso. El corrimiento de todo límite, el espacio estallado, los roles ambiguos, el autor en construcción más que el texto mismo, el director difuso y hasta el público que no sabe si es tal, generan tal complicidad entre el espectáculo y el espectador que éste bien puede volver a su casa sabiéndose también creador; por lo tanto, poco tendrá para aportarle al que venga a tomar la posta, es decir su butaca, porque este sucesor tendrá del mismo modo la oportunidad de hacer su parte. De manera que Octubre puede ser entendida y disfrutada a posteriori como una conspiración omnicomprensiva, emparentándose de manera nada aleatoria con otra conspiración acaecida en un no tan lejano octubre. Y aunque ni de casualidad se refiera a aquellos octubres en los que irrumpió el pueblo como protagonista –el de 1917 y el de 1945–, es inevitable pensar en revolución, que resuena en el solo nombre de ese mes. Por supuesto que el mismo Biasotto afirma, tanto en la charla personal como en escena, que el título se debe al mes en que iniciaron la búsqueda que derivó en este espectáculo, pero ¿será verdad? ¿Me lo dice como respuesta o como cita de lo dicho en la obra? 
Mientras la cartelera del circuito alternativo ofrece cada vez más trabajos en los que fácilmente se intuye –cuando no se evidencia– el solo intento de lograr resultados, Luis Biasotto propone en Octubre, sin ánimo delator, tomar como excusa a un grupo embarcado en ese intento y, por el contrario, llegar él a un resultado que desconocía al iniciar su proceso creativo, pero al que llegó gracias a la confianza que él y su equipo han tenido en la seriedad de su búsqueda. 

LUCHO BORDEGARAY 

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